En la arena política argentina, la noticia de que el gobierno de Javier Milei está dispuesto a romper con el ajuste automático de la Asignación Universal por Hijo ha encendido los focos de la prensa y los pasillos del Congreso. No se trata solo de una cuestión técnica; es el punto de encuentro entre la presión del Fondo Monetario Internacional (FMI), la necesidad de estabilizar la moneda y la lucha por un derecho social que, desde 2009, ha sido visto como una herramienta para reducir desigualdades históricas.
Contexto y antecedentes
Desde su llegada al poder, Milei ha presentado una agenda de ajuste fiscal radical. Entre los recortes más notorios están la desaparición de programas como Potenciar Trabajo, la reducción de fondos para urbanizaciones vecinales, comedores comunitarios y guarderías. En contraposición, mantuvo y amplió dos pilares de la asistencia social: la Asignación Universal por Hijo (AUH) y la Tarjeta Alimentar. Ambos recibieron aumentos considerables durante el primer año y medio de gestión.
El FMI, que otorga créditos extraordinarios para sostener el valor del dólar hasta las elecciones de octubre, ha condicionado parte de su apoyo a un recorte del gasto social. La solicitud de eliminar el ajuste automático, que vinculaba la AUH a la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC), se inscribe dentro de este marco de exigencias.
Según un estudio de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), el presupuesto de servicios sociales para 2026 será 15,9 % menor que en 2023. Aunque la inversión prevista para la AUH y la Tarjeta Alimentar se mantendrá en niveles similares a los de años anteriores, la forma de actualizar esos montos cambiará, pasando de un mecanismo automático a un proceso discrecional que dependerá de la decisión del Ejecutivo.
- AUH: actualmente vinculada al IPC, con actualizaciones mensuales.
- Tarjeta Alimentar: inversión similar, pero con la misma incertidumbre sobre su actualización.
- Beneficios familiares para trabajadores dependientes y monotributistas con hijos: también perderán su ajuste automático.
El proyecto de Ley 27.160, aprobado en 2015, establecía que estos beneficios se reajustarían siguiendo la fórmula de pensiones. En 2024 se desvinculó esa fórmula y se adoptó el IPC como referencia. Ahora, la propuesta del gobierno es eliminar por completo esos puntos de la normativa.
Implicancias políticas y sociales
La decisión no solo tiene repercusiones económicas; también reaviva el debate ideológico sobre qué es un “derecho conquistado” y qué es una “corte de gasto”. Los sectores de la oposición señalan que la AUH es una garantía mínima para millones de niños y que su supresión parcial vulneraría a familias que ya viven al límite.
Los legisladores opositores han anunciado que presentarán un proyecto de ley para que el ajuste automático sea inmodificable, convirtiéndolo en una política estatal “intocable”. Además, se barajan acciones judiciales para detener la medida antes de que entre en vigor.
Desde el punto de vista macroeconómico, el gobierno estima una inflación del 24,5 % para 2025 y del 10,1 % para 2026. Sin embargo, consultoras privadas como Analytica proyectan valores más altos: 29,1 % y 20,5 % respectivamente. Si la inflación supera las previsiones oficiales, la ausencia de ajustes automáticos podría traducirse en una pérdida real del poder adquisitivo de la AUH y de los demás beneficios familiares.
El escenario también plantea preguntas sobre la sostenibilidad fiscal a medio plazo. ¿Podrá el gobierno equilibrar la necesidad de crédito del FMI con la presión social de mantener vivas políticas de protección infantil? La respuesta probablemente dependerá de la capacidad del Ejecutivo para negociar con los partidos legisladores y de la reacción de la ciudadanía ante posibles recortes en los ingresos de los hogares más vulnerables.
En resumen, la medida del Gobierno Milei se sitúa en la intersección de la disciplina fiscal exigida por organismos internacionales y la defensa de derechos sociales consagrados durante la última década. El debate está abierto y, mientras tanto, millones de familias esperan la decisión final que determinará el monto que recibirán cada mes.
Esto no es solo un recorte, es un desmantelamiento silencioso. La AUH no es un regalo, es un derecho. Si lo desvinculan del IPC, los que más lo necesitan van a ver cómo su poder adquisitivo se evapora como agua en el desierto. Y todo por complacer a un FMI que no le importa si los niños comen o no.
El gobierno dice que es para estabilizar, pero la estabilidad no se construye aplastando a los más débiles. Se construye con justicia social, no con cuentas de contabilidad.
Me encanta cómo algunos hablan de ‘derechos conquistados’ como si fueran regalos del cielo. La AUH nació en un contexto de crisis, sí, pero también de una cultura de dependencia que ahora hay que romper. El Estado no puede ser el papá de todos, y si el ajuste automático era una muleta, mejor quitarla antes de que el pie se atrofie del todo.
El FMI no es el villano, es el espejo. Nos muestra lo que hicimos mal. ¿Queremos ayuda? Entonces hay que cambiar. No podemos seguir viviendo de subsidios que se inflan con la inflación. Es como meterle gasolina a un auto que ya no funciona.
Hay algo profundo aquí que no se discute: ¿qué significa ser humano en una sociedad que mide su progreso por el PIB y no por cuántos niños comen? La AUH no es un gasto, es una inversión en la dignidad. Si eliminamos el ajuste automático, estamos diciendo que la pobreza infantil es un costo aceptable de la estabilidad económica.
Y eso no es neoliberalismo, es deshumanización disfrazada de cuenta de resultados. No sé si el FMI tiene razón, pero sé que si lo seguimos, vamos a construir un país donde los niños se convierten en números en un informe.
Qué lindo, otra vez los pobres con su drama. La AUH es un subsidio de la era Kirchner, un símbolo de populismo barato. Si no puedes mantener a tus hijos con tu trabajo, el problema no es el Estado, es tu incapacidad. ¿Te parece justo que los que trabajan 60 horas a la semana paguen para que otros no lo hagan?
El FMI no está pidiendo nada extremo. Estamos hablando de una reforma lógica, no de un genocidio. Si no te gusta, emigra. No todos necesitan que el Estado les lave el culo.
El FMI es una mierda de organización controlada por los gringos y los banqueros. El ajuste automático es lo único que evita que los pibes se mueran de hambre. Milei no es un reformador, es un traidor que vende la patria por un puñado de dólares. La AUH no se toca, punto. Si lo hacen, hay que salir a la calle con palos y piedras, no con memes.
¡Y no me vengan con que es inflacionario! Si la inflación es mala, que la arreglen los ricos, no los pobres!
He visto cómo las mamás en mi barrio calculan cada peso. La AUH les permite comprar leche, pañales, medicinas. Si le sacan el ajuste automático, van a tener que elegir entre comer o pagar el alquiler. No es política, es supervivencia.
Yo no sé de economías, pero sé de personas. Y nadie merece tener que elegir entre alimentar a su hijo o pagar la luz.
Esto es un momento histórico, y no lo digo por drama, sino porque estamos en un cruce de caminos. Por un lado, la disciplina fiscal que muchos creen que es la única salida a la hiperinflación. Por otro, la memoria colectiva de una generación que luchó por derechos sociales que parecían imposibles. La AUH fue un logro de las madres, de las organizaciones, de las luchas callejeras.
Eliminar el ajuste automático no es un cambio técnico, es un cambio de valores. ¿Queremos un país donde el Estado solo protege a quienes tienen dinero, o uno donde el Estado protege a quienes no lo tienen? No es una pregunta de presupuesto, es una pregunta de alma. Y si la respuesta es la primera, entonces ya perdimos antes de empezar.
La clave aquí no es si se elimina el ajuste automático, sino cómo se reemplaza. Si el gobierno no establece un mecanismo de revisión trimestral con transparencia y participación social, entonces sí es un ataque. Pero si lo hacen con un panel de expertos, representantes de ONGs y familias beneficiarias, podría ser una mejora.
El problema no es el ajuste, es la opacidad. Si el Ejecutivo tiene libertad total para decidir, se convierte en un arma política. No es lo mismo quitar un mecanismo automático que reemplazarlo por uno más justo y participativo.
Me da tristeza ver cómo se polariza todo. No es blanco o negro. La AUH salvó vidas, nadie lo niega. Pero también es cierto que el sistema de ajuste automático ya no funciona. La inflación no es lineal, y el IPC no refleja el costo real de alimentar a un niño.
¿Y si en vez de eliminarlo, lo modernizamos? Un sistema que ajuste según el costo real de la canasta básica infantil, con datos abiertos y auditorías independientes. Así nadie pierde, y el Estado no se convierte en el chivo expiatorio.
El FMI es un cartel de banqueros que quiere que Argentina se convierta en una colonia económica. Milei no es un libertario, es un payaso con corbata que vende el país a cambio de un préstamo que nunca va a pagar. La AUH es un símbolo de resistencia, y si la tocan, va a estallar todo.
Esto no es economía, es guerra. Y los que están en el frente son las mamás con tres hijos y un sueldo de 120 mil pesos. ¿Creen que no van a protestar? Van a quemar todo, y después van a decir que fue la ‘inflación’.
La AUH no es un gasto, es un derecho humano. El FMI no tiene autoridad moral para pedir que se le quite la comida a los niños. ¿Cuántos de esos banqueros tienen hijos que comen tres veces al día? ¿Cuántos de ellos han visto a una madre llorar porque no puede comprar leche en polvo?
Si el gobierno sigue por este camino, va a generar una generación de niños traumatizados, desnutridos y con menos futuro. Y después van a decir que ‘el país no crece’ porque no hay capital humano. ¡Creen que no vemos la conexión?!
La discusión debe ir más allá de la AUH. El problema de fondo es que el Estado argentino ha sido un instrumento de clientelismo, no de justicia. Los programas sociales deben ser universales, no selectivos. Si queremos reducir la pobreza, debemos fortalecer la educación, la salud y el empleo digno, no depender de cheques mensuales.
La AUH fue un paliativo. Ahora necesitamos un sistema estructural. Pero para eso, primero hay que dejar de usar la asistencia social como arma política.
¿Alguien más se dio cuenta de que esto es parte de un plan más grande? Primero eliminan Potenciar Trabajo, luego los comedores, ahora la AUH... ¿y después qué? ¿Las jubilaciones? ¿Los hospitales públicos? ¿La educación gratuita?
Esto no es una reforma, es un desmantelamiento en etapas. Y mientras todos gritamos por la AUH, ellos ya están preparando el siguiente golpe. Nadie habla de esto porque es incómodo. Pero si no lo nombramos, lo vamos a aceptar como normal.
Me encanta que la oposición quiera hacerlo ‘intocable’. Como si ponerle un cartel de ‘no tocar’ lo hiciera mágico. La realidad es que si no hay dinero, no hay dinero. Y si el país se va a la mierda por no ajustar, todos vamos a sufrir.
¿Mejor que los niños no coman o que el país se hunda? No es una pregunta fácil, pero no se resuelve con lágrimas en TikTok.
La AUH es una política de género. La mayoría de los beneficiarios son mujeres que cuidan, organizan, gestionan la vida familiar con escasos recursos. Quitarle el ajuste automático es desvalorizar su trabajo invisible. No es un subsidio, es reconocimiento.
Si el gobierno cree que esto es eficiente, está profundamente equivocado. La eficiencia no se mide en números de presupuesto, sino en la calidad de vida de quienes viven en la pobreza.
Espero que esto no pase. No sé mucho de economía, pero sé que los niños no pueden esperar. Si no hay ajuste, no hay comida. Y no hay nada más triste que ver a un niño con hambre.
La AUH es como el pan de cada día. Si lo sacan, la gente se va a quedar sin nada. No es un lujo, es lo mínimo. No entiendo por qué lo ponen en duda. Es como decirle a alguien que ya no puede tomar agua porque no hay dinero para el grifo.
Estoy cansada de que siempre sean los pobres los que paguen por los errores de los ricos. Si el FMI quiere dinero, que se lo saque a los que tienen. No a los que viven con 30 mil pesos al mes y tres hijos.
El que dijo que ‘el Estado no puede ser el papá de todos’ no entiende que el Estado es el que representa a todos. Cuando un niño come gracias a la AUH, no es un regalo, es el Estado cumpliendo su función. Si el Estado no protege a los más débiles, ¿para qué existe?
Y si el ajuste automático era un problema, ¿por qué no lo corrigieron en 2019, 2020 o 2021? Ahora que el FMI pide, de pronto es urgente. ¿Coincidencia? No. Es chantaje.