Dominika Banevič: La Ascendente Estrella del Breakdance
Dominika Banevič emerge como una brillante esperanza en el mundo del breakdance mientras se prepara para brillar en los Juegos Olímpicos de París 2024. Esta joven promesa, con una innata habilidad y pasión por el baile, está lista para enfrentarse a una competencia sin precedentes y marcar un hito en la historia de la danza. Pero, ¿qué significa esta competencia para alguien como Banevič? La historia de su preparación y el contexto cultural del breakdance cobran vida ante nuestros ojos, mientras ella y sus compañeros de equipo se esfuerzan por legitimar y preservar la rica herencia de su arte.
El Breakdance hace Historia en los Juegos Olímpicos
La inclusión del breakdance, oficialmente conocido como breaking, en los Juegos Olímpicos es un testimonio del reconocimiento mundial que ha ganado esta forma de arte desde sus humildes comienzos en los años 70. Originario de los barrios de Nueva York como un medio de expresión y escape para la juventud afroamericana y latina, el breakdance se ha transformado en un deporte competitivo, con sus propios parámetros y estructura. Los criterios de evaluación en las competencias incluyen ejecución, musicalidad, originalidad, técnica y vocabulario, lo que garantiza una medición del talento de los bailarines de manera integral.
Más allá de la Competencia: El Espíritu del Breakdance
A pesar de la emoción que rodea a su debut olímpico, la comunidad del hip-hop enfrenta una preocupación palpable: la posible comercialización del breakdance y la consecuente pérdida de su esencia cultural. Este temor no es infundado, ya que la historia ha mostrado cómo formas de arte y expresiones culturales pueden diluirse cuando son absorbidas por ambientes comerciales. Sin embargo, atletas como Dominika ven en los Juegos Olímpicos una plataforma para no solo mostrar su talento sino también para educar y concientizar al público mundial sobre los orígenes y valores fundamentales del breakdance.
Los Preparativos para París 2024
La preparación para una competencia de este calibre no es una tarea fácil. Dominika Banevič y sus compañeros de equipo entrenan intensamente, perfeccionando cada movimiento, cada pausa, cada transición. La competencia contará con participantes de más de una docena de naciones, lo que asegura un espectáculo de diversidad y habilidades. Cada participante trae consigo no solo su destreza, sino también una historia, un contexto cultural, una inspiración. La presencia de Banevič en el escenario olímpico es un tributo a su dedicación y una oportunidad para inspirar a muchos jóvenes que encuentran en el breakdance una forma de expresarse y soñar.
Una Nueva Generación de Atletas
El debut del breakdance en los Juegos Olímpicos puede verse como un hito en la evolución de este arte, y con ello, la posibilidad de inspirar a una nueva generación de bailarines y atletas. Ver a figuras como Dominika Banevič en el escenario más grande del mundo envía un poderoso mensaje: el arte y la cultura no conocen fronteras y pueden ser reconocidos y celebrados en los niveles más altos. Para muchos jóvenes, ella será un modelo a seguir, un vivo ejemplo de que con talento, esfuerzo y pasión, cualquier sueño es alcanzable.
Reflexión Final
Mientras nos dirigimos hacia los Juegos Olímpicos de París 2024, el mundo del breakdance está a punto de presenciar un cambio monumental. Aunque este deporte enfrenta desafíos y debates internos sobre su comercialización, la oportunidad de mostrarse en un escenario global ofrece una puerta para validar y honrar su herencia. Dominika Banevič y muchos otros como ella no solo competirán por las medallas, sino también por la preservación y el respeto de una cultura que ha brindado a muchos un sentido de identidad y propósito. Es en este cruce de caminos entre el arte y el deporte donde verdaderamente radica la magia del breakdance olímpico.
Me encanta cómo el breakdance ya no es solo eso que veías en los videos viejos de YouTube con chicos en calzas rotas haciendo windmills en la esquina. Dominika representa algo más grande: la continuidad de una cultura que nunca pidió permiso para existir. Yo crecí en Santiago viendo a los chicos del Parque Bustamante pelear por espacio con los patinadores, y ahora están en los Juegos Olímpicos. No es solo deporte, es memoria viva. Cada spin, cada freeze, cada paso que hace ella lleva el eco de los block parties de Nueva York, de los cierres de estaciones, de los micrófonos prestados y las cajas de música que se rompían por el volumen. No se trata de ganar una medalla, se trata de que alguien en un pueblo de la Región de Aysén vea esto y sepa que su forma de expresarse también vale algo. El breakdance no se domesticó, se expandió.
Y sí, sé que algunos dicen que se volvió comercial, pero ¿cuándo algo auténtico deja de serlo por ser visto? La música clásica también fue popularizada. Lo importante es que quienes la vivieron desde el principio sigan siendo parte de la conversación. Y Dominika, por lo que he visto, no olvida de dónde viene.
Espero que los jueces entiendan que no se trata solo de técnica perfecta, sino de alma. Porque si no, esto se convierte en un concurso de gimnasia con zapatos de skate.
Estoy emocionado. Realmente emocionado.
Gracias por este post. Me hizo llorar un poco.
Esto no es deporte. Esto es supervivencia convertida en arte.
La inclusión del breaking en los Juegos Olímpicos es un error estratégico y cultural. El hip-hop no es un deporte, es un movimiento social. La estandarización de movimientos, la evaluación cuantitativa, la comercialización de la cultura afrodescendiente bajo el disfraz de ‘deporte olímpico’ es una forma moderna de colonialismo cultural. No se trata de ‘legitimación’, se trata de apropiación institucionalizada. El breakdance nació en la resistencia, no en una pista de hielo con cámaras 4K y patrocinadores de zapatillas. La Olimpiada no es un espacio para la autenticidad, es un circo mediático. Dominika puede ser talentosa, pero el sistema que la eleva está diseñado para absorber y neutralizar lo que no puede controlar. Esto no es progreso. Es expropiación.
Interesante lo que dice Benjamín, pero no estoy tan de acuerdo. El breakdance siempre fue una forma de decir ‘aquí estoy’ sin necesidad de palabras. Que ahora lo vea un niño en Arica o en Valdivia, y sepa que puede hacer algo con su cuerpo, con su ritmo, con su rabia o su alegría… eso no lo borra la Olimpiada. Lo que importa es que los que lo crearon sigan estando en la mesa. Si Dominika habla de sus raíces, si los jueces incluyen a veteranos como asesores, si los videos de entrenamiento muestran los barrios donde empezó todo… entonces sí, se puede ganar sin perder. No es blanco o negro. Es un proceso. Y si se hace bien, puede ser una oportunidad única para enseñar lo que nadie más enseña: que el cuerpo puede ser revolución.
Yo no sé mucho de breakdance pero vi un video de Dominika y me dejó helado. No es solo que haga cosas locas con el cuerpo, es que parece que baila con el alma. Me encantó que en una entrevista dijo que su abuela le decía que ‘el suelo no es para sentarse, es para levantarse’. Eso me dio ganas de llorar. No sé si lo que dice Benjamín está bien o mal, pero lo que sí sé es que cuando una chica de 18 años de un país pequeño como Chile llega a la Olimpiada con este nivel, ya ganó. No por la medalla, sino por lo que representa. Espero que los chicos de mi barrio empiecen a ver el breakdance como algo posible, no como algo de ‘los ricos’ o ‘los gringos’. Es nuestro, también. Gracias por el post, me abrió los ojos.
PD: Perdón por los errores, escribo con el celular y me da flojera corregir.
¿Y qué? ¿Que ahora el breakdance es olímpico y Chile tiene una representante? ¿Y qué si es una chica de 18 años y no un hombre? ¿Y qué si no es blanca? ¿Y qué si no es de Santiago? ¿Qué pasa, que ahora tenemos que fingir que esto es ‘inclusivo’ cuando en realidad el sistema sigue siendo el mismo? La Olimpiada es un espectáculo de poder, no de cultura. Y Dominika no es una heroína, es un producto. Un producto bien embalado, con buenos videos, buena luz, buenos hashtags. Pero no olviden: los que construyeron esto no fueron las marcas, fueron los negros y latinos de los barrios. Y ahora los están usando para vender más ropa y más patrocinios. Chile no tiene derecho a celebrar esto si no celebra a sus propios barrios. ¿Dónde están los bailarines de La Pintana? ¿Dónde están los que no tienen acceso a estudios de danza? ¿Dónde está la justicia? ¡No es triunfo, es colonización con música!
¡CARAJO! ¿Estamos hablando de una chica que hace una rotación de 7 vueltas en el suelo con un solo brazo y tú le llamas ‘producto’? ¿Tú has probado hacer un headspin sin romper el cuello? ¡Dominika no es un producto, es un monstruo de talento! ¡Y si la Olimpiada la pone en el mapa, mejor! ¡Que los niños de Quillota vean esto y sepan que pueden ser grandes sin tener que ser futbolistas o tenistas! ¡Que se rompan las reglas, que se salten las normas, que se tiren al suelo y se levanten con más fuerza! ¡Esto no es comercialización, es liberación! ¡Si te duele que la cultura sea vista por millones, entonces deja de ser un gordo quejica y sal a bailar tú también! ¡Hoy en día, si no estás en la Olimpiada, nadie te escucha! ¡Y ella sí está!
Yo lo vi en TikTok. La chica es buena, sí. Pero no es lo que era antes. Ahora todo es coreografía, ensayos, cámaras, luces. Antes era en la calle, con un micrófono roto y la policía gritando. No sé si esto es bueno o malo. Solo sé que ahora me siento raro cuando veo a alguien hacer un flares como si fuera un video de moda. Pero igual, si le sirve a ella, que siga. No es mi vida. Solo digo que ya no es lo mismo. Y no estoy en contra, solo… no me emociona como antes.
Me encanta cómo todos están hablando de cultura, de apropiación, de sistemas, pero olvidan una cosa: Dominika es una persona. Una chica que se levanta a las 5 de la mañana, que se lastima las rodillas, que se entrena con sus amigos en un gimnasio prestado, que tiene miedo de no estar a la altura. No es un símbolo. No es un producto. No es una metáfora. Es una humana. Y si su historia inspira a un solo niño a creer que puede ser algo más, entonces vale la pena. No tenemos que elegir entre ‘autenticidad’ y ‘progreso’. Podemos abrazar ambos. Podemos honrar el pasado y construir el futuro. No es todo o nada. Es también. Y si ella puede hacerlo, ¿por qué no nosotros? ¿Por qué no podemos celebrar su fuerza sin perder de vista su origen? No hay que destruir el sistema para cambiarlo. A veces, basta con entrar y hacerlo mejor desde adentro.
Gracias por este post. Me recordó por qué empecé a bailar.
Breakdance no es deporte. Es hip-hop. Hip-hop no es arte. Es resistencia. Resistencia no se olímpica. Olímpico es elitismo disfrazado de inclusión. Dominika es una herramienta del sistema. El sistema la usa para desactivar la revolución. La danza no se juzga con criterios. Se siente. Se vive. Se sufre. No se califica. Si la Olimpiada la convierte en un ‘atleta’, entonces el breakdance ya está muerto. Y ustedes, los que aplauden, son cómplices. No hay ‘equilibrio’. Hay colonización. Y si no lo ven, es porque están demasiado cómodos en sus sillas.